El problema más importante, es que entre más tiempo pase y sigamos usando estas estrategias, el metabolismo se va haciendo más lento.
Nuestra frustración sigue creciendo.
Cada día nos sentimos más fuera de control con la comida.
Más ansiedad por comer.
Y no sólo eso, a nivel mental y emocional, cada día es más desgastante.
Nos levantamos sintiéndonos deprimidas por el peso.
Ponemos muchos aspectos de nuestra vida en pausa porque no nos vemos como queremos.
Afectamos también nuestras relaciones de pareja (porque no nos sentimos cómodas en nuestro cuerpo, ni nos aceptamos, ni nos amamos).
¿Cómo esperamos que alguien más nos ame, si ni siquiera nosotras nos queremos ver en el espejo?
En vez de enfocar nuestra energía en compartir los dones con los que venimos al mundo, gastamos nuestra tiempo, dinero y energía en tantas cosas inefectivas para bajar de peso.
Y todo este caos interno, se lo estamos enseñando a nuestros hijos.